sábado, 21 de agosto de 2010

la mujer habitada

El tiempo, ese dios juguetón, "eso" que nuestros astrólogos hurgaban días y noches enteros en los altos montes, observando con cuidadoel movivmiento de los astros, la cúpula estrellada que nos rodeaba desde entonces, insondable e infinita, hace sus espirales. El destino teje sus redes. Ella está en el vértice del verdor de la vida. Tiene cuidado de las cosas de la tierra.
Haz algo: corta leña, labra la tierra, planta árboles, cosecha frutos.
Tendrás que comer, que beber, que vestir.
Con eso estarás de pie.
Serás verdadero.
Con eso se hablará de ti.
Se te alabará.
Con eso te darás a conocer.
En este nuevo mundo, las cosas sencillas dan paso a complejas relaciones.
Ella no ha dado batallas de lanzas. Ha batallado con su propio corazón hasta extenuarse; hasta ver su paisaje interior sacudido por cientos de volcanes; hast ver nuevos ríos surgir, lagos, ciudades tenuemente dibujadas. Yo, habitante callada de su cuerpo, la veo dirigir construcciones, sólidos cimientos de su propia sustancia. Ahora está de pie e irremisiblemente avanza allí donde la sangre encontrará su quietud.
Fragmento de La mujer habitada, de Gioconda Belli (pags. 362-363)

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