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martes, 4 de mayo de 2010

La Fábula de la Avispa Ahogada

La avispa aquel día, desde la mañana,
como de costumbre, bravísima andaba.
El día era hermoso, la brisa liviana;
cubierta la tierra, de flores estaba
y mil pajaritos los aires cruzaban.

Pero a nuestra avispa -nuestra avispa brava-
nada le atraía, no veía nada
por ir como iba, comida de rabia.

"Adiós", le dijeron unas rosas blancas
y ella ni siquiera se volvió a mirarlas
por ir abstraída, torva, ensimismada,
con la furia sorda que la devoraba.

"Buen día" le dijo, la abeja, su hermana
y ella que de furia, casi reventaba,
por toda respuesta, le echo una roncada
que a la pobre abeja, dejo anonadada.

Ciega como iba, la avispa de rabia,
repentinamente, como en una trampa,
se encontró metida, dentro de una casa.

Echando mil pestes, al verse encerrada,
en vez de ponerse, serena y con calma
a buscar por donde, salir de la estancia,
¿sabéis lo que hizo? ¡Se puso más brava!

Se puso en los vidrios, a dar cabezadas,
sin ver en su furia, que a corta distancia
ventanas y puertas, abiertas estaban;
y como en la ira, que la dominaba
casi no veía, por donde volaba,
en una embestida, que dió de la rabia
cayó nuestra avispa, en un vaso de agua.

¡Un vaso pequeño, menor que una cuarta
donde hasta un mosquito, nadando se salva!
Pero nuestra avispa, nuestra avispa brava,
más brava se puso, al verse mojada,
y en vez de ocuparse, la muy insensata,
de ganar la orilla, batiendo las alas
se puso a echar pestes y a tirar picadas
y a lanzar conjuros y a emitir mentadas.

Y así, poco a poco, fue quedando exhausta
hasta que furiosa, pero emparamada,
terminó la avispa por morir ahogada.

Tal como la avispa, que cuenta esta fábula,
el mundo está lleno, de personas bravas,
que infunden respeto, por su mala cara,
que se hacen famosas, debido a sus rabias
y al final se ahogan, en un vaso de agua.

domingo, 1 de noviembre de 2009

rezo el credo

Creo en Pablo Picasso, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra;
creo en Charlie Chaplin, hijo de las violetas y de los ratones, que fue crucificado, muerto y sepultado por el tiempo , pero que cada día resucita en el corazón de los hombres;
creo en el amor y en el arte como vías hacia el disfrute de la vida perdurable;
creo en los grillos que pueblan la noche de mágicos cristales;
creo en el amolador que vive de fabricar estrellas de oro con su rueda maravillosa;
creo en la cualidad aérea del ser humano, configurada en el recuerdo de Isadora Duncan abatiéndose como una purísima paloma herida bajo el cielo del mediterráneo;
creo en las monedas de chocolate que atesoro secretamente debajo de la almohada de mi niñez; creo en la fábula de Orfeo,
creo en el sortilegio de la música, yo que en las horas de mi angustia vi al conjuro de la Pavana de Fauré, salir liberada y radiante de la dulce Eurídice del infierno de mi alma;
creo en Rainer María Rilke héroe de la lucha del hombre por la belleza, que sacrificó su vida por el acto de cortar una rosa para una mujer;
creo en las flores que brotaron del cadáver adolescente de Ofelia;
creo en el llanto silencioso de Aquiles frente al mar;
creo en un barco esbelto y distantísimo que salió hace un siglo al encuentro de la aurora; su capitán Lord Byron, al cinto la espada de los arcángeles, junto a sus sienes un resplandor de estrellas;
creo en el perro de Ulises, en el gato risueño de Alicia en el país de las maravillas, en el loro de Robinson Crusoe, en Beralfiro el caballo de Rolando, y en las abejas que labraron su colmena dentro del corazón de Martín Tinajero;
creo en la amistad como el invento más bello del hombre;
creo en los poderes creadores del pueblo,
creo en la poesía y en fin,
creo en mí mismo, puesto que sé que alguien me ama.